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¿Y quién ve por los migrantes mexicanos?

Migrantes esperan a las autoridades estadounidenses, entre una barrera de alambre de púas y la valla fronteriza en la frontera entre Estados Unidos y México, visto desde Ciudad Juárez, México, el miércoles 10 de mayo de 2023. (Christian Chavez / Associated Press)
POR JORGE SANTIBÁÑEZ*
ESPECIAL PARA LOS ANGELES TIMES
MAY. 24, 2023 7:05 AM PT

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Recientemente, a raíz de la suspensión de la aplicación del Título 42, que permitía no aceptar y regresar casi inmediatamente a los migrantes en la frontera con México, el tema migratorio ha sido objeto de atención pública porque no se tenía (y no se tiene) certeza de lo que pasaría. No hubo noticiero que dejara de proyectar imágenes de las localidades fronterizas y de los migrantes.

La sociedad estadounidense por lo general ve este tema desde una perspectiva negativa que sobredimensiona los problemas que el proceso trae consigo y le cuesta trabajo reconocer la necesidad de recibir migrantes o los enormes beneficios derivados de su presencia. Lo último que quieren ver es un proceso desbordado en su frontera.

Aun bajo esa perspectiva, cuando se tiene la atención pública es quizá el mejor momento para impulsar cambios de mayor profundidad en la administración de este proceso. Tanto en la política migratoria de Estados Unidos como en la de los países de salida y tránsito. Es en esos momentos en los que países como México tienen mayor capacidad de negociación.

Donald Trump heredó a Biden el uso coyuntural del Título 42, una herramienta diseñada en el marco de políticas públicas de salud y que a muchos estadounidenses les proyectó la sensación de que eso permitía controlar la llegada de miles de inmigrantes. Como la percepción se convierte en realidad (aunque no siempre lo sea), Biden no suspendió su uso temiendo escenas caóticas de altísimo costo político.

Una vez que el COVID no es clasificado como una situación de emergencia sanitaria, la aplicación del título 42 es improcedente y Biden se vio obligado a encontrar “sustitutos” de esa medida. En realidad, no es difícil. Ahí está el título 8 que permite deportar a cualquier persona que está en territorio estadounidense sin contar con una autorización para ello. Esa disposición se aplica a los mexicanos desde hace décadas.

Como para dejar claro que él no es como Trump que separa familias y deporta migrantes de manera inhumana, ideó un mecanismo para ordenar la llegada de migrantes. Insuficiente, complicado y que pocos migrantes pueden satisfacer, pero mecanismo al fin y acordó con México que éste recibiera a buena parte de los migrantes devueltos y contuviera a la mayoría en su territorio.

El mensaje es claro. Trump y gran parte de la sociedad detrás de él, rechaza sin más a los migrantes, a todos. Biden abre pequeñas ventanas, estimula los caminos legales por limitados y complicados que estos sean y a quienes rechaza, lo hace de manera humanitaria.

En ambas estrategias, la de Trump o la de Biden, el papel de México es fundamental. Para controlar a los migrantes, a la buena o a la mala, para recibir a los no aceptados por el Título 42 o a los deportados por el Título 8, México es necesario. AMLO lo sabe y por eso tiene sus desplantes periódicos de “antiyanquismo” que tanto entretienen a los medios mexicanos. Porque sabe que le serán tolerados y que no tendrán consecuencias.

En mi opinión, esto abarata la posición mexicana. Se desperdicia una de las pocas oportunidades para obtener más en el tema migratorio. En particular para los migrantes mexicanos. Ninguna de las medidas instrumentadas, a pesar de la participación y colaboración mexicana, son para aliviar a sus migrantes, ni a los que ya viven en Estados Unidos ni a los muchos que todavía buscan entrar a ese país.

No sabemos bien a bien exactamente que está haciendo la administración de AMLO en su colaboración con Estados Unidos para retener migrantes en tránsito, recibir migrantes devueltos y hacerse de la vista gorda para que el crimen organizado opere a sus anchas, pero estamos seguros de que no está haciendo nada por los migrantes mexicanos.

En Estados Unidos viven cerca de 11 millones de migrantes no autorizados, la mitad de ellos son mexicanos. Viven, trabajan, estudian, socializan y consumen en Estados Unidos. Cerca de la mitad vive en hogares en los que hay por lo menos un ciudadano estadounidense, están plenamente integrados a esa sociedad. Se desperdició la oportunidad para promover y obtener la regularización de una buena parte de ellos.

Según los datos de la patrulla fronteriza, los mexicanos siguen siendo el grupo más numeroso representando entre el 30 y el 40 por ciento de esas detenciones. ¿Por qué, en las recientes negociaciones migratorias, en las que México se puso de tapete y aceptó hacer el trabajo sucio primero para Trump y ahora para Biden, no se puso en la mesa cómo beneficiar a los migrantes mexicanos? Ninguna de las medidas instrumentadas, ni en México ni en Estados Unidos, está pensada en ellos.

AMLO festeja cada mes las remesas que esos mexicanos mandan y que sostienen a millones de hogares. Ello ha sido fundamental para mantener la paz social en México y fortalecer al peso a pesar de que eso perjudica a sus familias, porque con un peso sobrevaluado reciben menos dinero para gastar en México, pero se olvida de ellos cuando negocia con Estados Unidos.

No es que los migrantes pidan o esperen nada del gobierno mexicano o necesiten de él para salir adelante en Estados Unidos. Simplemente es que ese gobierno cumpla con sus obligaciones elementales.

*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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¿Tiene remedio la migración?

Un migrante gesticula hacia agentes de la Guardia Nacional de Texas que observan desde detrás de un alambre de espino, en la orilla del río Bravo, vistos desde Matamoros, México, el 11 de mayo de 2023. El gobierno del presidente estadounidense Joe Biden ha presentado medidas más estrictas para sustituir al Título 42. (Fernando Llano/AP)
POR JORGE SANTIBÁÑEZ*
ESPECIAL PARA LOS ANGELES TIMES
MAY. 17, 2023 12:17 PM PT

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En los días recientes mucho se ha hablado del proceso migratorio en Estados Unidos. Las imágenes de las filas de migrantes queriendo entrar a ese país o en albergues de las ciudades fronterizas de ambos lados o peor aun acampando en las calles, proyectan un proceso caótico y muchos se preguntan si es posible ordenarlo.

Cualquier intento de ordenamiento del proceso migratorio requiere dos condiciones básicas. La regularización progresiva de los migrantes indocumentados que ya están en Estados Unidos y administrar (que no cerrar totalmente) la llegada de nuevos inmigrantes mediante un número suficiente de visas, acorde con las necesidades reales del mercado laboral y la reunificación familiar e inversión en países de origen y tránsito.

Los intentos por detener el proceso totalmente, por la fuerza, no solo están destinados al fracaso, sino que aun las estrategias más exitosas en el corto plazo, en el mediano y largo solo generan más desorden, riesgos para los migrantes y ganancias para el crimen organizado. Ya tenemos un buen tiempo en esa vía.

En Estados Unidos viven 11 millones de migrantes sin autorización, los llamados indocumentados y que muchos en ese país llaman ilegales. La mitad son mexicanos. Recientemente Alejandro Mayorkas, el secretario de Seguridad Nacional, de quien depende la gestión de la migración, mencionaba que los migrantes llegaban a su país por una mezcla de factores, todos en sus países de origen, entre los que destacaban la pobreza, la violencia e inseguridad, la falta de oportunidades de desarrollo y regímenes autoritarios que limitan las libertades y persiguen a sus críticos.

El secretario tiene razón, pero se le olvidó mencionar la existencia de un mercado laboral en su país que necesita y atrae mano de obra que la sociedad estadounidense no aporta y la existencia de redes sociales y familiares de estos migrantes. Tampoco dijo nada del aporte de ellos al desarrollo de Estados Unidos entre los que destacan garantizar la sobrevivencia demográfica, el pago de pensiones a estadounidenses y la estabilidad de un mercado laboral que los requiere.

Además, la abrumadora mayoría trabajan o estudian, tres cuartas partes de ellos vive, producto de su trabajo, por encima del nivel de pobreza y la tercera parte son propietarios de la vivienda que habitan. Se les dice ilegales, pero se les da trabajo, pueden abrir cuentas bancarias, comprar propiedades, tener negocios, pagar impuestos y consumir día con día.

El camino de su regularización, si no interviniera la política, debería ser natural porque ya están integrados a Estados Unidos. El problema es que se ha construido un discurso, que un sector importante de la sociedad estadounidense cree, según el cual no son necesarios y en un extremo representan un riesgo, aunque no haya un solo dato que sustente este tipo de afirmaciones.

Por eso la regularización de estos migrantes, que depende del congreso de Estados Unidos es necesaria para el ordenamiento del proceso y por eso Joe Biden desde el día uno de su mandato presentó (y solo eso) una propuesta. Desafortunadamente, no ha invertido nada de su capital político para que siquiera se discuta.

En cuanto al ordenamiento de la llegada de nuevos migrantes México tiene una enorme responsabilidad. En los inicios de su sexenio, AMLO y su fugaz titular del Instituto Nacional de Migración (INM), se llenaban la boca diciendo que todos serían bien recibidos y a todos se les daría trabajo, permiso de permanencia y de tránsito. Decían “se trata de un nuevo paradigma”. El desorden de hoy se explica en gran medida por esas declaraciones irresponsables que invitaron a muchos migrantes a dejar sus países. Claro, cuando Donald Trump le llamó la atención despidió al titular del INM pero eso no resolvió nada. Un incompetente menos en su entorno.

Se fue al otro extremo y apenas hace unos días su gobierno declaró que suspendía el otorgamiento de permisos y cerraba las estaciones migratorias. ¿De verdad nadie le explica que eso no frenará a los migrantes, sino que los echará en brazos del crimen organizado? ¿Ese es el humanismo mexicano que tanto presume?

También ha insistido en que se instrumenten sus programas en Centroamérica y así los migrantes encontraran en sus países condiciones de desarrollo y arraigo. ¿Es en serio? ¿Que nadie la pasa las cifras de detenciones de la patrulla fronteriza según las cuales el grupo más numeroso es el de mexicanos en donde ya se aplican sus programas? ¿Qué nadie le explica que hoy en día la mayoría de los migrantes de tránsito vienen de dictaduras que él defiende? Como contribuyente en Estados Unidos ¿Estaría usted de acuerdo en que se destinaran recursos públicos a los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Haití o Venezuela?

Para contribuir al ordenamiento en las llegadas, Estados Unidos ha exigido que éstas se den por las vías legales y desde el país de origen, sin darse cuenta de que estas son insuficientes en función ya no de la demanda sino de sus propias necesidades. Para colmo, diseñó una aplicación para presentar las solicitudes que no está pensada en los migrantes y que no funciona correctamente.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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