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2 diciembre, 2021

El tiempo de AMLO se acaba, ¿alcanzará para los mexicanos en Estados Unidos?


POR JORGE SANTIBÁÑEZ
ESPECIAL PARA THE SAN DIEGO UNION TRIBUNE
DIC. 2, 2021 8:30 AM PT

Al observar varios de los movimientos y decisiones recientes de AMLO queda la sensación de que ya se dio cuenta de que el sexenio se acaba y aun no ha logrado prácticamente nada de lo que se propuso.

Cierto, domina y dicta los temas en el debate mediático, sus conferencias matutinas, a pesar del desgaste que supone dos horas diarias de un presidente, son el mejor instrumento con el que se entretienen amigos y enemigos, sus niveles de popularidad aun se mantienen altos y sin duda dejará el recuerdo de haber sido un presidente austero a pesar de vivir en Palacio Nacional. Tiene además sometidos a los otros dos poderes y arrinconados a los organismos autónomos. Si fuera candidato podría estar más que tranquilo.

El problema es que ya no es candidato. Ahora es gobierno y está a la mitad de su mandato. En esa lógica debe hacer algo, concretar acciones. Por lo observado, le preocupan particularmente dos temas. La continuidad de su legado, ya no tanto en los discursos como en hechos concretos y terminar algo de lo que se propuso.

Está muy lejos de concluir lo que los analistas llaman “sus grandes obras”. La refinería de Dos Bocas y el Tren Maya están en obra negra y aun terminándose este sexenio, sus beneficios —si es que hay alguno— no serán visibles y sensibles para la población en general hasta dentro de algunos años. El Aeropuerto Felipe Ángeles, su aeropuerto, con apenas 28 posiciones de contacto directo con los aviones que contrastan con las 63 que actualmente tiene el aeropuerto de la Ciudad de México y las 148 que estaban contempladas para el aeropuerto que canceló, no parece que vaya a resolver ningún problema y si creará muchos.

En estas condiciones, AMLO, que esperemos no ceda a tentaciones mayores y más peligrosas, tiene que asegurar que el siguiente gobierno no caiga en manos de la oposición corriendo el riesgo de que se desacrediten sus obras y tiene que acelerar dichas obras. El reloj ya está en cuenta regresiva.

Ello explica el reciente decreto que clasifica las obras gubernamentales como de seguridad nacional. No es para robar, como algunos creen, sino para que nadie las detenga ni siquiera temporalmente y será feroz ante cualquiera que trate de frenar sus obras, ya no hay tiempo. Por eso también descansa en el ejército como constructor de estas. Sabe que sus colaboradores son excelentes para corear su doctrina y obedecerlo, por eso se los lleva de porra a cada reunión que tiene con los nuevos gobernadores morenistas, pero en términos generales son ineficientes. El ejército no ganará concursos internacionales de diseño como los que ganó el aeropuerto cancelado, pero harán lo necesario para que lo que sea, parezca concluido.

En lo que toca a la continuidad de su legado, sin duda recurrirá al famoso dedazo tan criticado en el sistema mexicano. Su corazón está con la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y su plan B es el canciller, Marcelo Ebrard. El senador Ricardo Monreal no es una de sus opciones, pero lo apoyaría si el partido decide postularlo. Los dos primeros, buscando el dedo que los designe, juegan a convencerlo de que son su mejor opción. Ella con la lealtad ciega y él tratando de mostrar eficiencia tanto en la agenda de su puesto como en lo que el presidente le encarga. El canciller, como cualquier funcionario público en el sistema mexicano, se enfrenta al reto de armonizar y equilibrar varios caminos que no siempre convergen. Lo que su jefe espera de él, lo que le encarga, lo que él quiere hacer y lo que dicen sus funciones y atribuciones. La cancillería nunca ha sido plataforma de un candidato presidencial.

Pasadas las etapas en la que el canciller era el responsable de las vacunas COVID, y de hacer todo lo que fuera necesario para que Trump no se enojara con AMLO, algo de lo que contextualmente salió bien librado, ahora el reto es llevar a AMLO a la agenda internacional, más particularmente a la relación con Estados Unidos.

Ahí la agenda es multidimensional y nada fácil. Hay temas en los que no se puede meter como la reforma eléctrica y otros, como los flujos migratorios de tránsito en los que hay que hacer concesiones por debajo de la mesa. De hecho, ya empezó usando a la guardia nacional y al imponer visas a brasileños y migrantes de otras nacionalidades para que no les sea tan fácil llegar a Estados Unidos.

Adicionalmente, está tratando de jugar la carta de los mexicanos en Estados Unidos. Por eso y después de tres años descubrieron que sería bueno regularizar a los indocumentados y concluyó que los migrantes mexicanos van a Estados Unidos a trabajar en empleos que esa economía requiere. ¡Como no se nos había ocurrido!

Seguramente también juega o jugará con el espejismo de los millones de votos de estos migrantes que nunca han pasado de cien mil y de que todos esos votos serían para AMLO a quien esta comunidad quiere entrañablemente. A ello responden los mariachis y las decenas de acarreados (miles dicen sus fans) que le llevó en Nueva York y Washington.

Se acaba el tiempo y hay que moverse rápido.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Intitute.
www.mexainstitute.org


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